Desde hace un largo tiempo hemos deseado entrevistar a este personaje de nuestra ciudad, cuyas cualidades humanas le distinguen de manera singular. Su trato amable y cercano; su sencillez es tan proverbial, que es sumamente grato departir con él, dondequiera que lo podamos encontrar.
Su apariencia sencilla, cercana, educada, deja presagiar, en cierto modo, la profundidad de sus conocimientos. Su grandísima cultura, se aprecia apenas que uno goza del privilegio de entablar una conversación con él. Se aprecia, se percibe el atisbo de una esmerada educación, desde la nacencia. Pero de esa educación que hace noble al hombre, y a la mujer que lo posea. En Paquita, su esposa que revoletea como una hermosa mariposa de mil calores, se percibe el aroma de su sensibilidad, con quien Antonio ha ido cosiendo su amor durante sus años. No extraña en absoluto el maridaje conseguido entre ambos. El marco ideal para un hombre de talento y una mujer enamorada de su hogar.
Nacido en nuestra ciudad el 22 de agosto de 1932, Antonio dedica sus años de niñez y juventud a cursar estudios de bachillerato y después adquiere en el colegio salesiano de Triana en Sevilla su título de Perito Mercantil. Contrae matrimonio con Francisca González Álvarez, natural de Fuente de Cantos (Badajoz) con la que tiene dos hijos, Antonio y Francisco Javier.
Posteriormente se dedica al trabajo en la oficina de Usisa como socio propietario de la misma, durante veinticinco años, hasta su jubilación.
Nuestro estimado paisano viene hoy a nuestras páginas de “La Higuerita”, en la que ha colaborado en varias ocasiones con preciosas portadas, por méritos propios, además de su currículo particular, de sus estudios, de su vastísima cultura, sobre todo por su afición al dibujo de plumilla. Aunque en su caso, la tal plumilla se reduce a un bolígrafo Bic. Sí, con este sencillo elemento dibuja todas sus piezas o más bien sus obras maestras, pues no de otra forma podemos calificar su inmensa colección de dibujos de todo tipo, fundamentalmente sobre temas relacionados con el mar, del que ha logrado trabajos absolutamente perfectos; incluyendo personajes muy conocidos en nuestra localidad.
De la dificultad que tiene usar el bolígrafo nos dice Antonio Salcedo es que no se puede borrar el dibujo que se haga, de ahí de la precisión que hay que tener al realizar los trazos. Y que el dibujo él lo realiza de una sola vez. Como se suele decir, de un tirón.
La Higuerita le ha preguntado: ¿desde cuándo tu afición por esta especialidad artística?
Antonio Salcedo nos responde: Desde que estaba en el colegio, a los 7 u 8 años. Cualquier cosa me inspiraba dibujarla a mi modo.
L.H. ¿Asististe a alguna escuela de arte?
A.S. No, a ninguna. Ya de mayor sí me inscribí en la que se abrió aquí en Isla Cristina. De este tiempo tengo algunos cuadros, como estos de la pared y algunos como los de la escalera. Pero a mí lo que verdaderamente me apasiona son los dibujos de los que algunos amigos tienen varios.
L.H. ¿Qué puedes decirme de tu cultura, de tus libros; cuántos tienes y cuales prefieres?
A.S. Puedo tener unos 20.000 volúmenes, repartidos la mayoría en la casa del campo y el resto aquí en mi domicilio. Desde 1932 que me los compraba mi padre, hasta la fecha. Y mi preferencia son los libros de arte, que son los que más me gustan; vamos, mis preferidos. También me gustan los cómics, que antes se llamaban cuentos; desde el Guerrero del Antifaz, Roberto Alcázar y Pedrin, El jabato, El Capitán Trueno, El TBO, Hazañas bélicas, etc. Todos, todos los cuentos y además los tengo coleccionados y mantuve una manía que era hacerme siempre con el número uno de cada uno de ellos.
L.H. Antonio, de las cosas especiales que posees, ¿destaca alguna de ellas?
A.S. Sí, tengo un incunable de 1737, escrito a mano por el padre Fray Manuel de San José, Carmelita descalzo (del que acompañamos fotografía). Del mismo modo guardo los documentos identificativos de mi padre como de mi madre. Y poseo unos álbumes de fotos de cuando mi hermano y yo éramos pequeños; con la singularidad de que mi madre cambió el color sepia coloreándolos, mediante la técnica de utilizar papel tipo cebolla de colores, usando finísimos pinceles que antes mojaba en una patata abierta, como medio para que la fotografía aprehendiera el color. Logrando finalmente un efecto espectacular.
Sorprendido de lo que tenía ante mis ojos, se me ocurrió decirle que debía exponer, tanto sus obras al bolígrafo, como algunos de los preciados detalles que tenía en su poder. Antonio, con su proverbial modestia, me decía que no le parecía oportuno.
Pero nuevamente le emplazo a esta singular exposición. E incluso le sugerí que debía llevar a cabo una conferencia exposición para mostrar sus trabajos, así como parte de sus exquisitos elementos de colección.
De entre nuestra cálida conversación, entresale que sus estudios como los de su hermano, fueron costeados por su tío D. Román Pérez.
Para nuestro periódico ”La Higuerita” así como a mí personalmente, quedo sumamente agradecido y satisfecho por haber podido departir en la intimidad de su casa, de la acogida de un caballero isleño, así como el de su esposa.
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